lunes, 6 de enero de 2014

Las Mil Canicas

LAS MIL CANICAS


Ahora que cumplo este 6 de Enero12 lustros de mi vida (60 años) lo que pasa es que escribo en lustros mi edad para que se lea menos jejejejeje, y escribiendo en el Face de mi colonia una historia de canicas de nuestra infancia, me llega a mi mente esta historia que lei hace tiempo , se las comparto...


Entre más envejezco, más disfruto de las mañanas de sábado. Tal vez es la quieta soledad que viene con ser el primero en levantarse, o quizá el increíble gozo de no tener que ir al trabajo. De todas maneras, las primeras horas de un sábado son en extremos deleitosas.

Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radioaficionado en el sótano con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra. Lo que comenzó como una típica mañana de sábado se convirtió en una de esas lecciones que la vida parece darnos de vez en cuando. Déjenme contarles.

Sintonicé mi equipo de radio a la porción telefónica de mi banda para entrar en una red de intercambio de sábado en la mañana. Después de un rato, me topé con un compañero que sonaba un tanto mayor, con buena señal y voz. Pueden imaginarse al tipo, sonaba como si estuviese en el negocio de las comunicaciones. Él le estaba diciendo a quien estuviese conversando con él algo acerca de "unas mil canicas".

Quedé intrigado y me detuve para escuchar lo que tenía que decir. "Bueno, Tom, de veras que parece que estás ocupado con tu trabajo. Estoy seguro de que te pagan bien pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto tiempo. Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar sesenta o setenta horas a la semana para sobrevivir. Qué triste que te perdieras la presentación teatral de tu hija". Continuó: "Déjame decirte algo, Tom, algo que me ha ayudado a mantener una buena perspectiva sobre mis propias prioridades". Y entonces fue cuando comenzó a explicar su teoría sobre unas "mil canicas".

"Ves, me senté un día e hice algo de aritmética. La persona promedio vive unos setenta y cinco años. Yo sé, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive unos setenta y cinco años". "Entonces, multipliqué 75 por 52 y obtuve 3.900 que es el número de sábados que la persona promedio habrá de tener en toda su vida. Mantente conmigo, Tom, que voy a la parte importante".

"Me tomó hasta que casi tenía cincuenta y cinco años pensar todo esto en detalle", continuó, "y para ese entonces ya había vivido más de dos mil ochocientos sábados. Me puse a pensar que si llegaba a los setenta y cinco, sólo me quedarían unos mil más que disfrutar": "Así que fui a una tienda de juguetes y compré cada canica que tenían. Tuve que visitar tres tiendas para obtener 1.000 canicas. Las llevé a casa y las puse dentro de un gran envase plástico claro junto a mi equipo de radioaficionado. Cada sábado a partir de entonces, he tomado una canica y la he botado".

"Descubrí que al observar cómo disminuían las canicas, enfocaba más sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver cómo se te agota tu tiempo en la tierra para llevarte a ajustar tus prioridades".

"Ahora déjame decirte una última cosa antes que nos desconectemos y lleve a mi bella esposa a desayunar. Esta mañana, saqué la última canica del envase. Me di cuenta que si vivo hasta el próximo sábado, entonces me habrá sido dado un poquito de tiempo adicional. Y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo".

"Me gustó conversar contigo, Tom, espero que puedas estar más tiempo con tu familia y espero volver a encontrarnos aquí en la banda, el hombre de 75 años, este es K9NZQ, cambio y fuera, ¡buen día!"

Uno pudiera haber oído un alfiler caer en la banda cuando este amigo se desconectó. Creo que nos dio a todos bastante sobre lo que pensar. Había planeado trabajar en la antena aquella mañana, y luego iba a reunirme con unos cuantos radioaficionados para preparar la nueva circular del club. En vez de aquello, subí las escaleras y desperté a mi esposa con un beso.

"Vamos, querida, te quiero llevar a ti y los muchachos a desayunar fuera".

"¿Qué mosca te picó?" Preguntó sonriendo. "Oh, nada; es que no hemos pasado un sábado juntos con los muchachos en mucho tiempo. Ah, ¿pudiésemos parar en la tienda de juguetes mientras estamos fuera? Necesito comprar algunas canicas". 

domingo, 5 de enero de 2014

LA HISTORIA DE LOS REYES MAGOS

La historia de los Reyes Magos de Oriente fue escrita hacia el año 70 después de Cristo en arameo. Ese texto no se ha conservado, pero ha llegado hasta nosotros porque fue traducido al griego, que era el idioma más utilizado en la época en la cuenca del Mediterráneo.
La Historia de los Reyes Magos se encuentra en el Evangelio según San Mateo "Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? (Mateo 2,1-2)".
. “Y habiendo nacido Jesús en Belén de Judea, llegaron allí en busca del Rey de los Judíos unos magos (magusàioi) venidos desde Oriente, siguiendo una "estrella" que les guiaba por el camino”.
A lo cual prosigue este párrafo en el que se expone su intención: "Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron  presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11)".
Sin embargo, no hay detalles sobre por qué serían reyes o de dónde, sus rasgos físicos, el número de ellos, ", ni siquiera por los nombres como los conocemos: Melchor, Gaspar y Baltasar, ni su condición o categoría ya que 'mago', en aquella época, podía ser un astrónomo, sacerdote, sabio o alquimista pero la hechicería era algo prohibido en la Biblia.
La idea de que uno de ellos era negro, o que eran tres, es producto de la imaginación o de la literatura posterior.
Pero según varias interpretaciones de la Biblia, estos personajes que fueron a adorar a Jesús sí tenían conocimientos astronómicos, al ser orientados por una estrella en su complejo camino topográfico al pesebre donde había nacido el que consideraban el Mesías.
De los cuatro Evangelios, solo Mateo nos cuenta este pasaje, cuando en tiempos de Herodes III el Grande, el entonces rey de las provincias romanas de Judea, Galilea y Samaria que les interrogó acerca de las profecías que situaban al niño Jesús como su rival potencial. Según la historia, Herodes, inquieto por la posibilidad de perder el trono, decidió ir a buscar al niño a Belén y mandó a sus tropas a matar a todos los menores de dos años, la llamada matanza de los santos inocentes.
Melchiar, Melchor, era el rey de Nubia y de Arabia.
Jaspar, Gaspar, era el rey de Tharsis y de Egriseula.
Y Balthasar, Baltasar, rey de Godolia y de Saba.


Según la tradición, los tres permanecieron vírgenes toda su vida. Aunque hablaban diferentes idiomas, fueron conducidos en dromedarios, por la estrella, que se detuvo tras trece días de camino frente al portal, el lugar del nacimiento del rey de los judíos, el Mesías.
La Estrella les había guiado hasta allí recorriendo un camino sinuoso, extraño... Cuando, terminada su misión, deciden volver y la Estrella había desaparecido, ya no les guiaba. Otra leyenda dice que tardaron trece años en regresar a sus reinos, se desconoce lo que les entretuvo por el camino.
 La Estrella volvió a aparecerse, pero como presagio del fin de los días de los tres reyes sobre la Tierra. Melchor murió a los 116 años de edad, Gaspar a los 112, cinco días después que el anterior; y Baltasar a los 109, seis después que Gaspar. Fueron enterrados juntos y mientras la estrella brillaba sobre el cielo, sus cuerpos permanecieron incorruptos.
Pero el recorrido de los Reyes no termina en el nacimiento de Jesús.
Cuenta la leyenda que tras la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás halló a los Reyes en India (Saba), donde fueron bautizados y ordenados obispos.
Tras su martirio en el año 70, sus restos reposaron en un solo sarcófago para llegar más tarde a descansar a Colonia (Alemania).
La tradición señala que los restos mortales entraron en esa ciudad en 1164 gracias a Federico I Barbarroja. Su féretro, un sarcófago de oro gigante, se erige tras el altar mayor de la Catedral de Colonia.
Por esa razón, en ningún lugar del mundo son más icono los tres Reyes Mago que en esa localidad bávara. Declarados patrones de la ciudad, tres coronas decoran el escudo municipal y sus figuras pueblan la fisonomía urbana.
Pero antes de arribar a Alemania la tradición los sitúa en Constantinopla, lo que hoy es Turquía.
De cualquier manera, la aparición de esos restos venerados fue el motivo que aceleró la construcción de la Catedral de Colonia. No es un detalle menor porque tras 600 años los alemanes lograron levantar uno de los edificios góticos más importantes de la historia del arte.
A partir del siglo XIII se convirtió en destino de peregrinación, como también ocurriría con Roma y Santiago de Compostela, en España.