Allí, en esa puerta, acabó sus días nuestro héroe. El fiel “Canelo” se quedó en la puerta y no hubo forma humana de moverlo de allí. Mirando fijamente a todas las personas que salían esperando ver a su compañero, a su amigo, pero fue en vano, así estuvo durante 12 años, escribiendo su historia de amor, de amistad, de las más bonitas que se conocen entre un animal y un ser humano.
No volvió a oír más sus palabras, no volvió a sentir nunca más sus caricias. Pero en su memoria quedó para siempre el: “Espérame aquí, compañero”. Y allí permaneció fiel, sin desmayo durante 12 largos años, solitario, abandonado, a la espera que se produjera un milagro y volviera su “amigo”.
Cádiz rinde así homenaje a este perro extraordinario y le ha dedicado el callejón con el nombre de “CANELO” el perro fiel, en el que pasó su vida.
Calle de Canelo
Este es Canelo, un ser excepcional. Su dueño enfermo del riñón, estaba en diálisis, y todos los días Canelo le acompañaba y le esperaba a la puerta. Hasta que un día no salió mas. Canelo se negó a moverse de allí, y allí vivió esperando, a la puerta del hospital, durante nada menos que doce años.
Este es Canelo, un ser excepcional. Su dueño enfermo del riñón, estaba en diálisis, y todos los días Canelo le acompañaba y le esperaba a la puerta. Hasta que un día no salió mas. Canelo se negó a moverse de allí, y allí vivió esperando, a la puerta del hospital, durante nada menos que doce años.
El perro Canelo ha sido toda una institución en la ciudad y Cádiz (Ciudad Puerto de España) ha demostrado que sus ciudadanos también saben ser fieles. Quizás no tanto como Canelo, pero casi. Hace justo seis años que Canelo se fue con su dueño, pero nadie le ha olvidado, hasta el punto de que Cádiz le ha dedicado la calle en que vivió.
Sigue leyendo: esta es una de esas historias que vale la pena conocer.
Canelo era para su dueño su compañía y aliento, y cuando enfermó y se vio sometido a diálisis diaria, el perro Canelo le acompañaba hasta la puerta del gaditano Hospital Puerta del Mar, alias “La Residencia”.
Canelo era para su dueño su compañía y aliento, y cuando enfermó y se vio sometido a diálisis diaria, el perro Canelo le acompañaba hasta la puerta del gaditano Hospital Puerta del Mar, alias “La Residencia”.
-Espérame aquí, chaval- y Canelo esperaba, matando las largas horas de la diálisis a base de pensar en el momento en que se abriría la puerta y su dueño saldría por ella. Pero un mal día el dueño no salió: su vida se enganchó entre tubos y agujas, y hubo de quedarse internado en el hospital.
Durante varias semanas, Canelo esperó y esperó. Las enfermeras amigas le traían noticias del amo, recuerdos y besitos, además de comida. Le prepararon una cama de cartones a cubierto, adivinando que el perro no iba a marcharse. Pero el Dueño murió, y Canelo, ¡ay! se negó a entenderlo. Y decidió que allí se quedaba. ¡Y se quedó!
Intentaron buscarle un hogar, fue en vano. El perro Canelo no quiso más hogar que aquel que le hacía sentirse a un paso de su dueño. La gente de la perrera municipal la atraparon un día a Canelo, porque hubo uno que lo denunció, diciendo que había atacado a su perro. Se movieron los trabajadores de la Residencia y los amantes de los animales y pidieron el indulto de Canelo como los pañuelos blancos de una plaza reclaman la vida de un animal bravo y noble. Los vecinos de la Avenida le adoptaron colectivamente, y Canelo fue el perro de todos. Nunca le faltó comida, ni agua, ni una mantita en invierno, ni las caricias que no podía ya prodigarle el amo, ni una palabra de aliento.
El pueblo gaditano lo aceptó rápidamente (como animal de compañía), y hasta consiguió que el teniente de alcalde de Sanidad, José Blas Fernández, firmara un decreto perdonándole la vida.
AGADEN se encargó del tema sanitario, y Canelo era un perro sano, vacunado y con todos los papeles en regla. Y durante doce años, ¡si doce!, vagabundeó por los alrededores del hospital haciendo de su callejón su reino, a la espera siempre, con la seguridad absoluta de que su dueño no le había abandonado. Doce años, hasta el mal día en que se dejó el pellejo debajo de las ruedas de un coche, o, quién sabe, pensó “mucho está tardando este, me voy a ver si lo encuentro”.
AGADEN se encargó del tema sanitario, y Canelo era un perro sano, vacunado y con todos los papeles en regla. Y durante doce años, ¡si doce!, vagabundeó por los alrededores del hospital haciendo de su callejón su reino, a la espera siempre, con la seguridad absoluta de que su dueño no le había abandonado. Doce años, hasta el mal día en que se dejó el pellejo debajo de las ruedas de un coche, o, quién sabe, pensó “mucho está tardando este, me voy a ver si lo encuentro”.
Cádiz rinde así homenaje a este perro extraordinario y le ha dedicado el callejón con el nombre de “CANELO” el perro fiel, en el que pasó su vida.
Y que nadie olvide que la lealtad y la fidelidad existen.
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